domingo, abril 15, 2007

Somos todo y casi nada. El no va más. Estamos llenos de sueños, de anhelos, de esperanzas, de grandes oportunidades soñadas “todo a cien”, que debe ser algo así como los sueños perfectos y el sentido practico que de la vida debiéramos tener para no salirnos del guión, pero todo junto y perfectamente revuelto. Somos sobrevivientes y somos supervivientes de las mil catástrofes apocalípticas que nos depara cada día. Lloramos, nos consolamos, miramos a otra parte, desviamos la mirada, nos sentimos implicados y con la misma cara de sentirnos inmersos damos el paso atrás y nos quitamos de en medio sin rubor alguno.
Somos lo que somos, está claro; lo dicho: el no va más, pero también el no va menos. Somos el centro de la humanidad, la imagen y semejanza. Somos la razón última.
Mientras nos sentimos solidarios y damos el paso atrás por razones practicas, vemos, imperturbables, como caen los unos y los otros; nosotros no, por supuesto, de eso se trata, solo nuestros prójimos, nuestros próximos, los mismos,- también imágenes y semejanzas-, pero, por supuesto, distintos.
No se trata de rojos o azules, de buenos o malos. No se trata de blancos o negros. No se trata de puro maniqueísmo, sólo de mero maniqueísmo útil. En el fondo sólo se trata de seres humanos que lloran como nosotros, que sufren como nosotros, que esperan como nosotros, pero que no son nosotros por pura chiripa, por el capricho y por la pirueta del destino, y si en eso es así, por algo será, y hay que aceptarlo, ¿no? Pero ¿cuál es la diferencia? Tal vez la diferencia no exista y lo único que existe es que cada uno de nosotros solo queremos ser eso, cada uno de nosotros, el ser privilegiado que creemos que somos por derecho propio o divino, que a lo mejor es lo mismo; la individualidad irrepetible; la única y genuina imagen y semejanza.
Hoy siento pena de mí. Bueno, hoy sólo no, pero hoy al menos lo digo. Noto que me desbordan las palabras, pero que todas son huecas, vacías, e inútiles para justificarme y consolarme. Fuegos fatuos. Hoy soy realmente consciente del ser inútilmente feliz que soy con su propia inutilidad, y no me da la gana aceptarlo. Un error, ¡seguro! Hoy en este atisbo de inteligencia sensitiva más allá de mi mismo quiero que mis lagrimas, si son sinceras, que ya ni siquiera lo sé, sean manifestación de algo útil, y ¿qué más útil que mi vida sirva para algo más que mi propia y absurda satisfacción? En fin, hoy me sobran todas las palabras porque ni siquiera ellas me sirven para disimular lo que soy y en el fondo no quiero ser: -¡Yo solo!...
Mañana, os lo prometo, volveré a ser yo, y todo volverá a ser razonablemente correcto.

miércoles, abril 04, 2007

Me gustaría perderme mirando el tiempo, simplemente eso. Dirigir la mirada donde quiera y disfrutar de la vista plenamente, conscientemente, casi-casi hasta físicamente. Sentirme invadido por el paisaje y por la situación, y por el espacio; penetrado por los colores y por los olores. Paladear cada segundo sin ninguna prisa, con la consciencia clara de percibir los sabores, de degustar sensaciones desconocidas, texturas. Respirar a pleno pulmón o retener la respiración por un instante para aumentar el eco interno de la propia vida. Percibir con el tacto la tibieza de tu piel; la cadencia de tu ritmo. Recorrer con las yemas de los dedos todos los rincones del universo. Estar despierto. Estar alerta. Estar realmente vivo, mirando de frente al tiempo y siendo temporal como él, sin añorar el pasado, sin agobiarme por el futuro, viviendo plenamente el presente. Como el tiempo que es tiempo en cada momento y en cada momento distinto.
Mirando el tiempo de frente y discurrir con él en el mismo instante y aún, si pudiera ser, dejarlo pasar sin más.
Estoy harto de intentar correr más que el tiempo. De pretender llegar el primero. De ser conciente de que corro pero sabiendo, como sé, que no tengo ni idea de a donde voy. De sentirme angustiado por no poseer el don de la ubicuidad y no poder estar aquí y allí a la vez, a pesar de saber que no llegaré a estar plenamente consciente en ninguna parte. Que sólo rozo las cosas, que mis sensaciones las intuyo más que sentirlas; que mis sentimientos me los invento porque me falta el tiempo suficiente para vivirlos. Que me imagino y me dibujo yo mismo según el color de la pastillo que me trago como me trago en largos y ansiosos sorbos este simulacro de vida que creo vivir.
De verdad que estoy harto de correr paralelo al tiempo mirándolo de lado y a veces, incluso, adelantándole mientras se carcajea de mí en esta loca carrera del absurdo.
Me gustaría pararme aquí mismo y ahora y hacerme amigo del tiempo.