martes, diciembre 16, 2008

Si, si; ¡que pasen ya los payasos! lo cante quien lo cante, que ¿qué más da? Que la función no pare. Que sigamos dando vueltas en el tiovivo. Que nos consideremos el no va más, o que asumamos nuestra condición de acomodaticios porque hasta ahí llegamos, porque lo aceptamos sin más, o porque ¿vaya usted a saber el porqué?
Yo hablaba de que la vida pasa a mi lado, y hay quien me contesta protestando de mi estupidez. Seguramente tiene razón quien no lo acepta como tal, pero yo también la tengo, y la tengo no porque hable de la vida, que ¿quién soy yo para hablar de ella?, yo es que hablo, egocéntrico que soy, de mí y de mi vida; alguna vez hago alguna concesión a lo demás y a los demás, pero pocas, muy pocas veces, la verdad. Y puedo asegurar que mi vida viaja conmigo pero en el tren de al lado, y lo sé sin posibilidad de error alguno porque la saludo cortésmente y ella, más sabia que yo, me devuelve el saludo con un cierto deje de vergüenza ajena, porque sabe que es mía y de nadie más, y que por mi propia pequeñez y cortedad de miras nos cruzamos como nos cruzamos.
Sé, incluso, que no debería quejarme, que hay muchos más que podrían hacerlo con mejores razones, pero es que en el fondo soy un yoísta empedernido y subjetivista hasta los tuétanos, y ello me imposibilita para poder renunciar generosamente a mi derecho a quejarme.
He sido participe y en alguna ocasión, incluso, el centro de tal cantidad de acontecimientos, que no podría lamentar nunca el haberme aburrido, - que nunca voy a hacerlo -, pero no estoy hablando de si me he aburrido o no, sino de si he sido totalmente consciente de lo acontecido, y ahí, lo aseguro con conocimiento de causa, ahí he hecho aguas por todas partes. En mi vida cotidiana he cumplido, a pesar de lo que haya pretendido y hasta presumido, sin apasionamiento, más como observador que otra cosa, y en la otra, aún peor. He asistido a mil acontecimientos y, como digo, he sido el elemento central de algunos de ellos, y en todos, me consta y no soy pretencioso en mi juicio, cubriendo incluso con nota el expediente, y hasta dando, sin pretenderlo, lecciones magistrales de comportamiento humano, que de haberlo pretendido ya hubiera sido mala fe con premeditación y alevosía y no me lo hubiera permitido nunca siendo consciente de ello. He pasado por tales acontecimientos de puntillas, como espíritu puro, atravesando paredes y puertas, imposible de detener, y mucho menos aún de materializar más allá de hacerlo, por ser totalmente imprescindible, en los instantes precisos de mi intervención. He cumplido sobradamente con el expediente que se me encargó o me correspondía, y jamás me quedé, para engordar mi propio ego como en el fondo me hubiera gustado, a felicitaciones y parabienes. Seguramente no lo hice por humildad, sino por vergüenza, por ser muy corto en mis planteamientos sociales y sentirme más cómodo haciendo mutis por el foro que quedándome a afrontar y corresponder a tales posibles muestras de reconocimiento. Y me lamento, hoy me lamento de haber conseguido ser tan presuntuosa e innecesariamente integro. Creo, lo que voy repitiendo hasta la saciedad sin lograr explicarme del todo, que la vida no tiene que ser necesariamente zafia, pero si algo más vulgar, menos trascendente, más cotidiana, más de andar por casa, y susceptible de generar sentimientos positivos aptos para ser desarrollados en toda su extensión y no quedar almacenados en el estante de los trofeos inútiles. La vida es el reflejo de nosotros mismos, y muchos de nosotros o tal vez yo sólo, para no generalizar, dejo de ser habitualmente para transformarme en la respuesta exacta a la pregunta precisa, sin margen para el error, sin posibilidad de duda alguna ni de titubeo. De todas formas también tiene su gracia lo que escribo; hasta dos veces en mi vida los medios de comunicación me han fusilado en la plaza pública por el simple placer de hacerlo, ya que no había más razón que la de una información en forma alguna contrastada, y siendo como soy he sobrevivido a ello. ¿Cómo se entiende entonces lo que quiero decir? Pues no se entiende ni tampoco quiero explicarlo por el momento. Simplemente me doy el gustazo, un tanto infantil, de manifestar por el momento que, en general, los medios de comunicación y la justicia de este país son, como una vez le leí a un tal Pacheco, apellido ilustre en novelas de caballería, un autentico “cachondeo”. Pero esa es agua de otro costal y ya me sumergiré en ella, si llegara el caso, algún otro día.
A lo que iba.
¿Estuve convencido de lo que decía en cada momento en el que tuve que abrir la boca?, ¿quería decir exactamente aquello que dije?, ¿creía que valía la pena decirlo y que sería conveniente para los demás y no tan sólo para gloria propia? Ni idea. En todo caso tengo grandes dudas conociéndome yo y creyendo conocer a los demás. Creo que jamás me importó lo qué dije y dónde lo dije más allá de cubrir dignamente mi expediente, engordar mi propio ego, y dejar una suave estela de lo que creía que podría ser, sin afirmar nunca que debiera ser, y mucho menos aún - ¡Dios me libre¡ - que era.
Asistí a los acontecimientos, tanto públicos como privados, como espíritu puro, situándome por endeblez de miras y falta de consistencia, más que por decisión propia, por encima del bien y del mal, es decir, en ninguna parte. Inaccesible. Inalcanzable. Evanescente, diría incluso A la distancia precisa para que el halago fuera efímero, casi inapreciable, ungüento preciso para recuperarme del próximo e inmediato revés, pero no a la necesaria para que la critica o el rechazo justo o injusto no pudieran causarme heridas profundas y duraderas, creando en mi entorno un clima de cierta inestabilidad emocional.
La realidad es que siempre parecía estar de paso. No supe levitar como hacen tantos otros incluso con menos motivos. Pero si supe, y hasta con nota, cómo sentirme hundido hasta lo más profundo. ¿Es eso vivir la vida? ¿Vivir la vida es sentirse zaherido por todo, propio o ajeno, con razón o sin ella, y quedar al pairo de la sensación lacerante de impotencia? Si lo es, entonces sí tienen razón quienes me niegan la afirmación de que la vida pasaba a mi lado. Pero no lo acepto. La vida debe ser otra cosa, ya lo he dicho. La vida tendría que ser otra cosa, y es por ello y a pesar de mi mismo por lo que conservo intacta la escasa dosis de esperanza con la que la sabia naturaleza y mi espíritu aniñado y romántico me dotaron, y cuando la pierdo, que la pierdo muy de vez en cuando, entonces siempre regreso a los versos de Miguel Hernández, que no me la restituyen, pero si, al menos, me hacen callar por aquello de que parecen siempre decirme: ¡mariquita el último! Bueno, no sé si me explico. Pero si no lo hago ¡qué le vamos a hacer?
De todas formas no es de la vida de lo que quería hablar. Quería hablar, incentivado por mi admirada Tequila, de la memoria, de la facultad, suerte o desgracia, de recordarlo todo, no sólo de haber sido consciente de uno mismo cuando uno mismo, y no me gustaría meterme en camisas de once varas, era o no era aún, según cada cual y su conciencia o su propia visión de la historia, uno mismo. Quería hablar de mí, por supuesto, pero también, en este caso, de los demás, de quienes me rodean y son quienes se constituyen en fítas o mojones de mi propia realidad.
Vaya por delante que me considero un desmemoriado crónico. Que me he limitado, con gran aprovechamiento y sin frustración alguna, a vivir mi vida, esa que no es mía, pero asumí como propia y desarrollé y sigo en mi empeño; quejándome, por supuesto, pero sin angustiarme más allá de lo estrictamente necesario. He vivido acontecimientos que me han ido formando y deformando, y han quedado casi laminados a tiras uniformes tras salir de la destructora de papel. Tiras de menos de un centímetro capaces de revelar que algo existió, pero sin posibilidad cierta, salvo trabajos inasumíbles, de reconstruir tal realidad.
He vivido no olvidando, que nada he querido olvidar. Simplemente he vivido sin que mis recuerdos sean algo importante de mi vida. Incluso creo que he destruido inconscientemente pruebas irrecuperables de mi propia realidad que hubieran sido determinantes para reconstruirme si hubiera sido necesario, que tampoco adivino la razón por la que debiera serlo. En fin, que he vivido estando casi siempre ausente de mí, pero nunca inconscientemente a pesar de lo que pudiera parecer. He dejado huella en los demás, he sufrido mil acontecimientos, muchos los he tenido que superar enfrentándome a ellos y con la dificultad que suele entrañar sobreponerse a situaciones no sólo adversas, sino totalmente inesperadas, y aún, lo que es peor, injustas. Y todo ello ha sido el bagaje de una vida “inventada” que presumo, y así la siento, intensa y con calado; no la que debiera haber sido la mía, pero si la que he vivido y estoy viviendo. Pero la realidad es que no recuerdo casi nada, y tampoco me someto a violencia alguna para vencer mi involuntario olvido. De no recordar, creo que no recuerdo ni las afrentas, ni los insultos, ni las palabras gruesas, ni siquiera las escenas de violencia a las que alguna vez he asistido siendo el destinatario principal y no teniendo más razón de ser que la de, según alguna opinión autorizada al respecto, ponerme en mi sitio, ese del que difícilmente uno, si se cree lo que escucha, podría recuperarse y volver al mundo de los seres normales. De todo ello me quedan sensaciones vagas. Imágenes borrosas de acontecimientos. Alguna impresión. Alguna difuminada emoción. Quizá lo más nítido que llegue a percibir y aún mantenga entre tanto olvido sea los acontecimientos que hirieron más profundamente mi sensiblera soberbia y me exijan, por ello, reclamar la debida reparación, que, sin lugar a dudas, será la mayor sinrazón de todas. Pero nada más.
Jamás me vuelvo atrás. Tampoco suelo pretender mirar muy adelante. Y ojala mi filosofía, como me insinúa mi buen amigo Calimatias, del que siempre echo en falta sus escritos que me orientan, se fundamentara en el carpe diem. Qué más quisiera yo. Ni siquiera ya es eso, si es que alguna vez lo fue, que lo dudo. Estoy y soy consciente de que estoy. No me quito de en medio. Asumo mis responsabilidades. Espero. Sigo esperando. No creo demasiado en la esperanza aunque abuse de ella literariamente hablando. Y cada vez más silencioso y presente sin apasionamiento, sigo. Sigo sin desfallecer ni un solo segundo. Quizás con un cabreo fenomenal, o incluso ya sin enfado alguno. Pero aquí estoy.

-- A veces creo pensar que todo es la triste consecuencia del miedo, la reacción del ser humano frente a lo que no estaba preparado y afronta sin estarlo, sin buscar ayuda en nadie, ni tampoco encontrarla en alguien. Es un estar deseando no estar, pero afrontando la obligación inexcusable de tener que hacerlo.
A veces creo, y así como me viene a la cabeza lo escribo. Pero no se puede tratar de creer y menos aún de creer pensar que, en todo caso, sería el colmo de lo rebuscado. Seguro que debe haber algo más que se me escapa. --

Siendo como soy todo olvido, vivo, sin embargo, en la casa del recuerdo. En esa en la que día tras día se reponen las viejas películas que nos devuelven al pasado , y nos repiten, como si fuera hoy, momentos ya imposibles que nadie hubiera pretendido reponer. Es una casa con sabor a recuerdo, a nostalgia, a despedidas pendientes; en la que se revive y trae a la memoria, aparentemente sin ninguna razón, escenas, momentos, palabras, y sobre todo errores y omisiones inadmisibles. Se reproducen acontecimientos para sacar consecuencias que pasaron desapercibidas en su momento, para destilar gota a gota la sensación de culpa propia o ajena, la ya conocida de entonces, cuando lo revivido era presente, y hasta la que con una nueva perspectiva en el tiempo es capaz de nacer ahora, cuando ya no se sabe para qué volverlas a recordar, ni tiene razón de ser alguna, salvo conseguir angustiar al que las revive y a los de su entorno. No se pretende con ello rectificar nada porque nada es rectificable, tan sólo dejar en evidencia una realidad que ya no debiera interesar a nadie por trasnochada. No es recordar por recordar, es, incluso, revivir el recuerdo haciéndolo presente, es palpar el recuerdo, es alimentarse cucharada a cucharada del recuerdo sabiendo que será inmodificable pero que es lo único que dota de consistencia a la inconsistencia del hoy. Es como si el presente no existiera. Es como si el futuro no contara y nada pudiera esperarse de él salvo el intentar atravesarlo con cierta dignidad y sin demasiado ruido para no perturbar a nadie.

Resulta curioso; yo digo y repito que siempre me ha parecido estar ausente, que he pasado por los sitios porque, según parece, tenia que pasar, que miraba de reojo a mi propia vida, y que soy olvidadizo por convicción más que por decisión, y sin embargo esta forma de ser, con lo lamentable que pudiera resultar, nunca me ha ausentado totalmente del hoy, ni me ha cloroformizado para conseguir que calle o renuncie o me conforme con lo que parece irremediable, que es que el tiempo nos deja lejos de casi todo. Jamás he rehuido los juicios adversos ni los propios, sobreponiéndome a ellos como en cada momento he podido, pero ni por imposición ajena o propia he dejado de creer que siempre puede haber solución. Que no la veo; que desconozco cuál pueda ser, seguro. Pero que no me rindo. Que aún sigo aquí y no estoy dispuesto a quedarme tirado en cualquier esquina esperando que me recoja el camión de la basura. Que no. Por supuesto que no. Hoy el bueno de Miguel Hernández me ha vuelto a susurrar: “mariquita el último”, y por eso…

Toc, toc… ¿Hay alguien? Bueno, pues si no hay nadie, yo también me voy, que ya va siendo hora.

22 Comments:

Blogger tequila said...

Buenas:
Ocurre que suelo tener más consciencia de lo que dije, hice, viví, cuando recuerdo (revivo, porque es con consistencia), y entonces me invaden las culpas: porque estuve, fui coherente, pensé lo que hice, era consciente también pero menos??. Y me veo sintiendo que era yo ( porque así lo viví en su momento), pero que entonces no era quien ahora soy.

Somos más conscientes “a posteriori” ?, por aquello de tener visión histórica de nuestra vida ( lo cual me acojona , con perdón, porque no es el colmo del auto-repensamiento?), o quizá sea que para serlo hace falta que pase el tiempo, la distancia…

Siento como si hubiera dos tipos de consciencia: “la vivida “(en presente), que nos hace tomar decisiones, creer que estamos, sentir que es cierto, y “la de verdad” que llega luego, me da un capón y suelta:”JA”.

En fin ,ya sé que habla de muchas otras cosas, o que no hablaba de esto, pero con sus escritos me ocurre aquello de las cadenas de asociaciones …
Ando con un palier? roto, por lo que casi ni ando pero con su permiso, me reservo el derecho de volver a comentar en mejores circunstancias

12:31 a. m.  
Blogger mangeles said...

Mi ordenador agoniza...no puedo escribir...volveré pronto...besos ...

FELIZ NAVIDAD...

(creo que este escrito lo firmaría Alfonso Guerra sin dudarlo...¿me dirá algún día quien es VD?)

6:31 a. m.  
Blogger argamenon said...

Tequila
Estoy seguro de que se tiene más consciencia cuando se revive que cuando se vive; el problema es que yo también llego a la misma conclusión a la que llega usted cuando dice: “entonces me invaden las culpas.” Pues, ¡caray! Si uno mete la pata habitualmente cuando vive, cuando es espontáneo, cuando actúa por sentimientos, emociones o impulsos, y después, sentado frente a la moviola, ésta hace renacer la sensación de culpa, posiblemente más intensa, incluso, que la experimentada cuando se vivió el acontecimiento, ¿para cuándo darnos un respiro y dárselo, de paso, a los demás?
Por lo observado, también creo que existen esas dos consciencias de las que habla: “la vivida”, que asumo con todas sus consecuencias y sobre la que fundamento todo lo que pueda importarme en algún momento, y la que califica “de verdad”, que a mi me parece como la forma y manera de reconocer que lo que se vivió era un mero accidente y quien lo vivió sólo estuvo allí como simple observador. Fíjese cómo reconozco la sensación de inconsistencia que me deja mi propia vida consciente, “la vivida”, que afirmo que habitualmente me produce la sensación de que pasaba por allí, y a pesar de ello es la única que me interesa; la otra me convertiría en mero crítico sentado en un cómodo sillón de la sala, cuando el trabajo ya está totalmente terminado, y al que sólo se aporta habitualmente presuntuosidad y mala intención.
Le agradezco de verdad sus reflexiones. Muchas de ellas las hago mías sin ningún recato.
Cuide su palier. Uno de los míos quedó afectado ya hace más de un año y aún estoy renqueante (consciencia “vivida”, lamentablemente no “la de verdad”).

Mangeles:
¿Cómo lo ha adivinado? ¡Muy Felices Navidades! Fdo: Alfonso

8:33 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

http://cain1959.spaces.live.com/blog/cns!E4CD72CAF373FB2!5872.entry?_c=BlogPart

2:21 p. m.  
Blogger argamenon said...

A mi anónimo comunicante:
Siendo como soy manifiestamente ignorante en estas artes, ¿qué se supone que debo hacer con la dirección que me facilita?

3:16 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Entrar en ella y comprobar cómo sus escritos vuelan por los espacios (cópiela ya que no puede acceder directamente).

12:56 p. m.  
Blogger Ginebra said...

Um... mire, todos somos egocéntricos, hablamos de nuestras vidas y las de los demás aparecen solamente de forma tangencial. No sólo no es para tanto, es que es lo normal. Imagínese qué triste sería tener una vida y en vez de dedicarse plenamente a ella dedicarse a las de los demás. Uf, sería un desperdicio.
Lo de que la vida "debe ser" de una manera o de otra... lo mejor es que la vida no es un mueble de IKEA, planificada al milímetro.
Y la memoria es como un caleidoscopio, y los recuerdos cambian, se mueven, y nos ofrecen distintos aspectos según giremos nuestro ángulo de visión así que lo mejor es mirarlos como si fueran parte de una película. O una novela. Claro que es que eso son las novelas, ¿no?

1:34 a. m.  
Blogger Umma1 said...

El recuerdo es un fruto dulce del que todos queremos mamar.

Por un lado, porque no todo recuerdo apareja culpa; y por el otro, que tanto se goza de la alegría como de las penuarias.

Hay quien hace de su masoquismo una justiciación para seguir andando.

Veo en la memoria una herramienta, que cuando se la enfrenta puede reparar. Cerrar agujeros. No todos claro, porque eso somos al final de cuentas: un gran pozo que no se llena.

Esta frase suya:“La realidad es que siempre parecía estar de paso”, me toca especialmente.

2:23 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Enhorabuena. Lo ha vuelto a hacer.
Usted resurge de nuevo y acrecienta la bien ganada fama que tiene en estos lugares. Vuelve a sus entrañables temas respaldado del mágico estribillo de una canción y con el magisterio de Miguel Hernández. Tan excelentes compañías sólo necesitan un sabor en el paladar acorde con el registro utilizado.
¿Por qué le digo esto? Porque se me ocurre ahora que la templanza, amigo Argamenón, es la virtud de los inútiles. No deseo conocer a hombres y mujeres resignados, afrentados por la vida y que se dejan ir sin ansias de pelea. Usted ya lo explicó muy bien en entradas anteriores. También Quevedo decía que la resignación es un suicidio cotidiano y creo que como buen estoico sabía de lo que hablaba.
A pesar de las palabras, todos morimos de resignación más de lo debiéramos. Inspiramos una vida de uniforme, grata al sistema, sin grandes contratiempos salvo los que inventamos. Por eso cada día que pasa me crece más la rabia interior, el deseo de ir contracorriente, de mostrar frente a la parte civilizada de la existencia la zona de penumbra y locura, mi particular canto de Maldoror. ¿No cree usted que pagamos un tributo a la racionalidad cuando lo más auténtico de nosotros se resuelve en la cara oculta de la memoria y de las vísceras? Toda la vida almacenando cordura, sensatez, armonía cuando la verdad de la vida y de su deslumbrante mentira está más cerca de los vientos salvajes nada sujetos a la templanza.
A su manera lo acaba de expresar Ana María Matute en una entrevista. “No hay que fiarse de los hombres que no tienen imaginación ni de los que no quieren beber”. De hecho no hay que fiarse tampoco de uno mismo, ni tomarse demasiado en serio. Todos somos yoistas consumados, ¡qué remedio!, nadie más que nosotros va a rescatarnos del olvido de la memoria, pero fíjese en la elocuencia de la palabra escrita, nos viste el alma al tiempo que deforma nuestro ser elemental y primario, lo relega a mero capricho, es lo que entregamos a los otros sin grandes pretensiones de credibilidad.
Todo se reduce también a lo siguiente: qué me importa lo que piensen otros; me basta mi propia impresión para hacerme y deshacerme.
Al contrario que usted cada día creo más que no hay distancia alguna entre la vida que teorizamos, la que llevamos puesta y la que imaginamos poseer o inventamos cuando nadie repara en nosotros. Todo es lo mismo, con más o menos lujo de detalles, pero somos lo que imaginamos. Soy lo que puedo expresar con palabras, allí están establecidos los límites de mi conocimiento, como dice el filósofo. Que por rubor encubra lo más molesto es sólo un cálculo premeditado que no trastoca la realidad, si acaso la distorsiona un poco para los demás, nunca para mí.
Apreciado Argamenón, incide de nuevo en el hecho de cumplir como observador de la vida cotidiana. Lo hace salvaguardando lo básico: una benefactora retirada a tiempo de los peligros. Y eso que ha vivido situaciones lacerantes. Hay como una obsesiva necesidad de no dejar huella en el cristal, de cumplir de buenas maneras y ahuyentar sospechas y desagrados, lo más crispante. Bien, es un punto de vista pero contradictorio para con la violencia imperante.
Como usted descreo de la justicia, ¿justicia?, ¿dónde?, ¿para quiénes? Y de los medios de comunicación mejor no hablar. Escupiría sobre la tumba de los medios de comunicación haciendo mío el título de una novela de mi apreciado Boris Vian.
No creo que Tequila y Ginebra digan lo que usted no dice. Vida, memoria, recuerdo, miedo, esperanza… conforman la naturaleza humana en uno de sus campos de batalla más siniestro. Sirena en su blog, por otro lado, empezó a tratar el otro gran componente del quehacer humano: amor-sexo.
Aunque proclamo la necesidad para otros de enamorarse creo que el sexo es fuente de piedad y vida gozosa por mucha angustia y desesperación que atraiga. Superior al amor de los sentimientos son las emociones carnales, pero no pretendo sumar adeptos a una opinión atrevida en lo personal. Lo que me cuesta reconocerle, amigo mío, es que esté viviendo sin que los recuerdos sean algo importante de su vida. Le reconozco la debilidad de su memoria para empeñarse a recordar pero eso no elimina los recuerdos, éstos afloran cuando uno menos los espera e imponen su presencia aterradora, tanto que modifican nuestra conducta.
Una vez más me desarman emocionalmente sus paradojas: “siendo como soy todo olvido, vivo, sin embargo, en la casa del recuerdo”. La celebro y aplaudo. También esa reflexión excelsa por inagotable de que “el tiempo nos deja lejos de casi todo”. Feliz año, amigo mío.

8:55 a. m.  
Blogger argamenon said...

Querido Calimatias: A veces no tengo muy claro si escribo porque necesito hacerlo o lo hago tan sólo por el privilegio de encontrarme con sus comentarios y el placer de leerlos. Feliz año y que Breogán le acoja como se merece.

Umma 1: Si a usted “le toca” especialmente, a mi, se lo puedo asegurar, me “hunde” sin compasión. Pero así debe ser la vida. Es, me lo parece, un mero accidente que hay que encauzar como mejor se sepa, y si no se sabe, pues eso, aún nos queda el derecho a patalear sin recato tras la mascara protectora del anonimato.

Ginebra: Siempre le he agradecido sus comentarios aunque no haya sabido como corresponder a ellos. Tiene una visión de la vida envidiable, y, se lo aseguro, es un auténtico placer leer sus historias cargadas de chispa y optimismo, con su punto de sabia ironía. Por otra parte, sus ejercicios literarios, el “todo a cien”, no admiten más: ingenio y profundidad en todos ellos y a raudales.
Seguiré aprendiendo y disfrutando.

9:47 a. m.  
Blogger mangeles said...

NUEVA HISTORIA DE CALIMATIAS....VER BLOG...ESOS..ESOS NOOO BESOS

1:04 p. m.  
Blogger mangeles said...

Mi querido Argamenon: Le deseo que pase una bonita noche y una dulce Navidad con su familia.

Un beso muy fuerte

(Otro para Alfonso)

7:53 a. m.  
Blogger Sirena Varada said...

¡Argamenón!... espere.
Que sí, que sí: no se marche, que hay alguien. No es sencillo. ¿Y qué es sencillo? No se imagina cuánto me cuesta escribir después de leerle a usted y a Calimatías y quedarme hipnotizada con la profundidad de sus juicios y la altura literaria a la que rayan ambos.
Usted me decía en un comentario qué sentido tenía angustiarse por algo irremediable. Y lo decía alguien que afirma que asume saber cómo sentirse hundido hasta lo más profundo.
Su persecución y fusilamiento en la plaza pública por una información no contrastada aumenta su prestancia y la hacen más injusta y lacerante, máxime atañendo a un espíritu romántico y aniñado. Dibujaré para las alimañas una sonrisa tintada de desprecio.

No hace mucho saqué a la luz otro escrito del Rey del metro (“Herrikotaberneras”) y lo colgué en el blog que ya conoce con la única intención de compartirlo con usted.

El tiempo nunca es recuperable. Una sonrisa nunca es irrecuperable.


Un abrazo

2:36 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

LLego aquí a través de Sirena y no sólo no me arrepiento sino que he disfrutado de cada una de sus palabras. No sé quién es usted ni seré yo quién opine sobre sus opiniones -que me han parecido absolutamente admirables-, pero quiero decirle algo: no se lamente nunca de ser íntegro. Es lo único que se puede ser: íntegro.

La vida está compuesta de situaciones y de sentimientos encontrados; unas veces te zahiere y otras te colma y siempre, siempre te acompaña. Aprender a vivirla no es tarea fácil, pero hay que intentarlo.
Dice usted algo con lo que me identifico absolutanmente: He vivido ausente de mí, pero nunca inconscientemente. Si perdemnos la consciencia del aquí y ahora, de que estamos vivos, entonces no estamos viviendo la vida.

Sensaciones vagas, recuerdos difusos...también a mí me ocurre eso. A veces me esfuerzo por recordar y entonces tengo la sensación de haber vivido mucho, otras vidas y me asusta.

Se vive bien con pococ recuerdos, con pocos proyectos, sintiendo el momento y sin pretender grandes hazañas.

Me ha gustado su blog. Con su permiso, volveré.

Un abrazo

6:47 a. m.  
Blogger Ginebra said...

Una de las cosas estupendas de este año ha sido descubrir su blog. Hasta el año próximo (total, queda nada)

10:48 a. m.  
Blogger mangeles said...

¡¡¡jooo jefe¡¡¡ tiene el kiosco lleno ehh...

FELIZ ÚLTIMO LUNES DEL AÑO.


BESOS

11:17 p. m.  
Blogger Ginebra said...

Vaya vacaciones, eh.

1:39 a. m.  
Blogger mangeles said...

Pues lamento mi buen amigo Argamenon, tener que decirle que no puede dejar el blog así. Que este no puede ser su último post. Yo sé cuanto le gusta a Vd. el orden, el decoro, las buenas formas, y el no incomodar a los demás. ASÍ QUE...tiene que escribir al menos otro post más...porque ¡ CADA VEZ QUE ENTRO A VER SI HA VUELTO VD...ME ENCUENTRO CON EL ...PASAD, PASAD PAYASOS¡ Y como comprenderá, mi buen amigo, pues no me siento nada cómada con la invitación.

Espero que no tarde Vd. en aliviar mi incomodidad.

BESOS DE SAN VALENTÍN

4:04 a. m.  
Blogger Ginebra said...

Halaaaaaaaaaa, cómo está estoooo, todo perdido de telarañas!!!

1:24 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

1:16 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

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11:43 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

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