sábado, mayo 26, 2007

Hace mil años que perdí el tranvía, lo confieso. Mi problema es el de justificarme siempre y por eso os digo que no sé que tranvía perdí, ni tan siquiera puedo aseguraros que estuviera esperándolo o si de verdad sabía que lo estaba esperado. Yo estaba vivo, seguro, y vivía. Vivía con esa inconsciencia del que cree tenerlo todo. Con la prepotencia del que tiene las respuestas a las cuatrocientas mil preguntas que se van a formular siempre en noches de farra, cuando todo sobra y sale a la superficie lo más inútil del ser humano, su arrogancia inconsciente. Es entonces cuando resolvemos mejor los problemas de la humanidad, que es ese cúmulo de seres anónimos que asumimos porque sí, por nuestra generosidad sin limites, pero que jamás permitimos que nos rocen, porque nosotros no somos ellos, por supuesto, ¡hasta ahí podíamos llegar!, y ellos, - gracias a Dios- no son nosotros.
Dicen que los niños y los borrachos dicen la verdad. Yo no lo tengo tan claro.
La verdad sólo la dicen los que están dispuestos a decirla después de analizarse, buscarse y encontrarse, que no es nada fácil, y tras perdonarse por ser lo que son, si llegara a ser necesario, que muchas, muchísimas veces lo es, asumen su razón de ser.
Yo creo que siempre creo que digo la verdad, y como veréis es simplemente un acto más de fe. Mi problema autentico es no saber cual es mi verdad, y si esa verdad, si llegara a encontrarla algún día y estuviera plenamente convencido de ella, si sirve para algo decirla.
Yo soy lo que soy y lo acepto a regañadientes porque de otra forma seria un soberbio impenitente, y eso no lo acepto, aunque pudiera serlo de verdad y no querer pensarlo y admitirlo. En realidad nadie es lo que es, sino lo que acepta ser, ni siquiera los que los demás creen que es.
Pero, ¿qué más da? Empecé hablando del tranvía perdido, y me quedo atascado entre estas vías muertas y sin destino de mi propia realidad donde los círculos son de humo, concéntricos sí, redondos también, perfectos por supuesto, pero que por ser humo, sólo eso, tiemblan y se desvanecen con el primer soplido más o menos próximo.
La realidad es que sólo sabemos declinar perfectamente el verbo ser en primera persona porque “sólo somos” cuando vamos al fútbol en manada, o cuando alguien nos manipula con falsas quimeras y lo aceptamos acomodándonos a las circunstancias sin violencia de ninguna clase, pero casi nunca “somos” porque necesitamos ser en conjunto, compartiendo, complementando, y arrimando el hombro por una causa justa. Ese plural inteligente con sabor a amistad y camaradería.
Y ya perdido el norte ¿por que no dejarme llevar por mi parloteo sin sentido?: ¿es preferible ser o estar?... No, eso si que no, hasta ahí podíamos llegar ¡Para nada! Esto ya no es una realidad necesaria, es tan sólo una pregunta que empieza a ser sólo retórica y después ni se sabe a donde puede llegar. A nadie parece interesarles las preguntas sean de la naturaleza que sean; buscamos las respuestas para pinchárnoslas en vena como remedios infalibles, como soluciones inmediatas, siempre como medios de huir hacia adelante. Las dudas solo producen arrugas, y en el mejor de los casos en el alma, que es donde socialmente menos se ven. El dolor es propio e intransferible y casi nunca cuenta, por tanto, ¿qué más da?
Como vuelvo a estar perdido en mi palabrería sin sentido sólo se me ocurre aconsejarte, sufrido lector: ¡respira, pero intenta que tu respiración sea limpia mientras salga por tus vías respiratorias; lo demás, sea útil, inútil o se contamine, no dependerá de ti y ya no importará! El aire que exhales ya no volverá nunca a ser tuyo, ni falta que te hace. ¡Seguro!
¿Consejos? ¿Me he permitido la libertad de dar un consejo? Inaudito. Eso ya debe ser el colmo de la desfachatez, y me lo he permitido. Mis disculpas. Lo siento de verdad y me flagelaré por ello mil veces mil.

sábado, mayo 05, 2007

¡Estoy muerto! Es curioso, es terrible, pero a pesar de lo dramático que pudiera parecer es sólo una frase. La realidad no es realidad más que cuando afecta a uno mismo y éste ya no está para contarlo, o cuando afecta a unos cuantos y hablan del ausente siempre en pasado y con afecto, olvidando que casi nunca les importó mientras era. Pero ese no es mi caso. Yo estoy muerto, y yo era yo mismo y mis circunstancias, o sea, nada.
Soy una anécdota. Quiero pensar que son las anécdotas las que hacen las historias divertidas, pero, ¿qué más da? Formo parte de un todo, pero no dejo de ser más que un ser prescindible y por tanto, nada; un fleco, un daño colateral, lo dicho, una anécdota. Y ahí todo acaba.
Me hubiera gustado creer en algo, pero no he tenido suerte. No creo en nada, y la culpa no es mia; me hubiera gustado, pero la fe debe ser caprichosa, o no lo es y sólo toca, como la lotería, a los seres privilegiados. Yo no lo debía ser y no me tocó. Me hubiera gustado. Por supuesto que no me gusta que mi vida sea tan ramplona, ¿pero qué le voy a hacer? Estoy muerto, esa es la realidad, y hacer lo que se dice hacer, ya poco puedo hacer. Aún siento que me hubiera gustado pensar que hay algo después, pero, si después de esto, esto es lo mismo o parecido, pues mejor terminar para siempre. Debe ser el descanso total. Respirar por respirar es un esfuerzo. Y ser por ser, amorfo, imbécil; aguantar por aguanta para saber quien dura más, ¡pues no! Respirar no es vivir, y vivir, no es sólo respirar. En fin, menos mal que ya estoy muerto.
Uno debe ser amorfo, inexistente, encefalograma plano. Uno deber ser asiduo de “gran hermano”. Uno no debe pensar, sólo leer el “Mundo” o “El País” en mis país, que es un país de cuento donde lo que importa es el talante, tan cruel como imaginario, tan real como otros países igualmente imaginarios en los que seguro habrá otros medios similares , y tragárselos y asimilarlos sin digerirlos como verdades absolutas, palabras de Dios (tratándose de medios de comunicación de tal envergadura no me atrevo a escribir Dios con minúscula, pero que Dios con mayúscula me perdone si no es lo correcto y le ofendo, no me gustaría ofender ni a un Dios ni a otros). ¿Eso es la libertad de expresión? Pero ¿qué libertad de expresión? ¿Nosotros no tenemos derecho a informarnos sin que nadie nos adoctrine? ¿Libertad de expresión es decir cualquier barbaridad de cualquiera con razón o sin razón? ¿sin importar las consecuencias? ¿ ignorando que detrás de cada noticia cierta, incierta o dudosa siempre hay un ser humano al que podemos aniquilar de un plumazo? ¿Y yo qué sé? Yo lo acepto porque ¿por qué lo voy a poner en duda? ¿Quiénes somos nosotros para tamaña osadía? Los medios de comunicación son entes privilegiados más allá del bien y del mal.
Como estoy muerto puedo hacerme mil preguntas impertinentes, y sobre todo puedo encontrar mil respuestas aún más impertinentes. Pero ya ¿para qué?,¿qué más da? Todo se reduce a una sola cuestión: ¿que cojones soy yo?... (Pretendía poner mil doscientos puntos suspensivos, pero no me los merezco; en el fondo con tres son más que suficientes y seguramente me sobrarían dos y medio)
Pues no lo se. ¡Yo estoy muerto y ya todo lo demás importa un bledo! Si no hay ayer y tampoco hay mañana, pues eso, te jodes. Sólo puedes escribir en esta incoherencia absoluta. Total, nadie te va a entender, y si te entienden, pues eso taqmbién, miraran a otra parte para sobrevivir, que es de lo que se trata. En verdad sólo viven los que no tienen ni idea de que no lo hacen.
Pero yo que estoy muerto me jodo; y soy conciente que me molesta decir lo que digo porque siempre me empeñé en hablar bien. Yo pretendí siempre ser educado y humano y racional. Yo tenia esperanza y la esperanza lo es todo, pero ahora ¿qué? ¡Ahora estoy muerto.! Ahora junto palabras que no dicen nada. Ahora…. ¿qué se yo, si estoy muerto?