viernes, noviembre 24, 2006

Ayer leí una frase que me impresionó porque era lo suficientemente idiota para reflejar toda la filosofía vital de muchos de nosotros: “La mayoría de la gente se levanta por la mañana, no porque importe que lo haga, sino porque no importaría que no lo hiciera.” Ya lo he dicho, me impresionó, me dio miedo y me obligó a preguntarme: ¿y tu?; ¿tú por qué te levantas cada mañana…?
Sobreviviente que soy, me digo: ¡Hay mil razones! - Por supuesto - Estoy enamorado o lo estuve. Tengo obligaciones. Tengo responsabilidades. El tiempo corre y no para nunca. El hoy y ahora son simples suspiros y lo nuestro, como dijo el poema que se hizo canción, lo nuestro es pasar. Yo me levanto por todo eso y ya es bastante.
La respuesta es redonda. Impresiona. ¡Qué seguridad! ¡Cuanto carácter! Da gusto mirarse al espejo sabiendo lo que uno se va a encontrar para reafirmarse cada día. Para que cada día sea nuevo, y pleno, y nuestras obligaciones y responsabilidades nos impidan hacernos esa pregunta impertinente e innecesaria: ¡Es bastante, si! ¿pero es además suficiente?
Lo terrible es que un día lees una frase tonta, y ese mismo día una amiga tuya a la que ni siquiera conoces te sugiere: -¡No te hagas tantas preguntas!-; y, paff, de repente lo has fastidiado todo. Te paras frente al ámbar de un semáforo, indeciso por cruzar o no, tentando al destino, y te preguntas en el intermedio: ¿Pero que hay de mí en todo ello? ¿Soy yo un cúmulo de obligaciones que se estructuran en mis articulaciones causándome hernias discales, y que discurren en mi flujo sanguíneo obstruyéndome venas y arterias? ¿Esos estímulos tan míos son los que me permiten respirar todos los días, causándome dos veces al año alergias y lagrimeos? ¿estoy viviendo yo o soy el simple soporte necesario de algas, hongos, líquenes y helechos?
No lo sé. Hoy no lo sé y voy a hacerle caso a mi desconocida amiga y no voy a preguntarme nada. Sólo respiraré pausado en un nirvana falso, carente de emociones. Y en el peor de los casos me atreveré a decir: En todo caso, ¡te quiero! ¿Eso es suficiente?

domingo, noviembre 05, 2006

¿ Por qué será que no soy conciente hoy de haber hecho perder la paz interior a otro ser humano al que aprecio, y sin embargo me siento responsable de no sé qué? ¿Será vanidad de mi parte? ¿Soberbia? ¿Será estupidez en los demás y autosuficiencia en mi mismo? No lo sé y nunca lo he sabido, pero esa sensación agridulce la percibo y, real o falsa, ahí está. ¿Por qué no somos normales, y creemos en nosotros mismos, y nos relacionamos con naturalidad, y creemos, lo que es la verdad, que no nos insultamos, y que nos respetamos, y que tan sólo tenemos conceptos distintos de las cosas?
¿Por qué cada vez que abro la boca, cuando la abro, que sólo me atrevo cuando derribo mis barreras sociales con un pacharán o con un orujo en la mano y en la consciencia, tengo la sensación de haber ofendido a alguien sin pretenderlo? Sé que soy tan sólo yo, verdad absoluta por su puesto, pero que sólo acaba en mi y ya es bastante, a veces demasiado, y sin pretender trascender más allá, gracias al cielo, no permitiéndome jamás, ni siquiera amparado en esa semiinconsciencia incontrolada, el lujo de opinar sobre los demás y su forma de actuar.
La libertad es lo que es, y yo no soy nadie para cuestionarla, y tampoco lo pretendo. Estimo tanto mi pequeña parcela de libertad, que, ¿cómo puedo permitirme el lujo de cuestionar la de los demás?
¿ Por qué el respeto a tú libertad, que te reconozco, me obliga a permanecer callado a mí? ¿ Por qué todo se reduce a que yo sea responsable de mis actos? ¿Por qué siento la necesidad de acompasar mi respiración a la tuya, cuando sé, a fe cierta, que tu no sabes ni siquiera que existo aunque cada día me mires, sin verme nunca?