Me voy y desaparezco. Estoy obligado a ello y lo necesito más que respirar. Quiero enfrascarme en ese cúmulo de ensoñaciones que es la imaginación cuando se desborda. Pero si no recuerdo mal, porque ya casi todo empieza a ser recuerdo, la ensoñación se fundamenta en la imaginación, y la imaginación se desborda no cuando uno está ocioso, sino cuando uno tiene la obligación redentora de huir de un presente insatisfactorio.
¿Hay algún presente que llegue a ser pleno? Me temo que no. Cuando lo es dura tan poco que estamos más preocupados del momento en que se va a acabar, que del momento en el que lo vivimos. Nos curamos en salud constantemente. No queremos vivir situaciones plenas porque tememos al después, cuando se convierten en simplemente planas, insípidas, habituales, neutras o muertas.
Le tenemos un pavor total a la muerte, y es absurdo. ¿Cuantas veces hemos estando revolcándonos en un escenario donde nada es vida? ¿Mil veces? ¿Mil veces mil veces? Estamos tan preocupados de vivir, que nos dejamos morir paulatinamente renunciando a cualquier consuelo. La vida tiene eso, un montón de pequeños consuelos que son como los días en los que no hace ni frío ni calor, y pasan sin incordiar.
Yo soy un superviviente o quizás sea un sobreviviente. No llego a captar la diferencia aunque sé que la hay, y no me gusta quitar a una palabra ni siquiera su hache, si la tuviera, por muy muda e inútil que pudiera parecer, porque se que le da presencia, la hace real, la convierte en lo que es, no en lo que deja de ser cuando los ignorantes, a los que parece nos está permitido cualquier cosa al grito de mi cuerpo es mío, hacemos con los demás lo que nos da la gana.
¡Que va!, por Dios. Mi cuerpo no es mío. Si mi cuerpo fuera mío sería otro cuerpo, seguro; un cuerpazo, en una palabra. ¿Para que ser pobres incluso cuando soñamos?
Lo mío de hoy no debe ser un sueño, debe ser una alucinación. ¿Será el trauma postvacacional antes de las vacaciones? No lo sé, y esto nunca ha sido nuevo en mí. El no saber es consustancial a mi mismo. Estoy tan rodeado de seres que saben en todo momento lo que es y lo que debe ser, que yo me revelo, chirrío y digo lo que digo para disimular y darme un respiro. Pero que nadie se espante, y menos aún que nadie me envidie. No soy digno de envidia, que va. El primero que cumple soy yo. Nunca he sabido lo que “es”, que eso si nos deja un margen estrecho pero margen a fin de cuenta para la imaginación. Pero a pesar de todo, siempre he cumplido como el primero en lo que “debe ser,” que eso es otra cosa. Eso si que es lo escolástico, lo articulado, lo políticamente correcto, lo socialmente aceptado, lo humanamente menos reprobado, el no va más del no va más cuando el ser humano se articula bien engrasado en la maquina de hacer churros, o buñuelos o vaya usted a saber; seres humanos amorfos todos de la seria beta, que es una serie neutra.
Me voy de vacaciones y sigo triste. Esto no parece tener remedio. ¿Pero por qué? Mi amiga la mujer invisible me ha descubierto que no soy exactamente el hombre elástico que me hubiera gustado serlo, se lo digo en serio: yo ¿elástico? Hubiera sido fantástico. Es como descubrir una nuevas esperanza en medio de tanta desesperanza, pero ha sido flor de invernadero, me temo. La he ofendido sin saber por qué y, lo que es peor, siendo conciente de que no lo hacia, que ponía en evidencia mi propia pequeñez . Mi falta de elasticidad me deja aquí, donde estoy, en la encrucijada del camino, con el rostro triste por el disgusto causado, dispuesto a coger un bus cualquiera, y mirando a ninguna parte.
¡Mañana será otro día!
¿Hay algún presente que llegue a ser pleno? Me temo que no. Cuando lo es dura tan poco que estamos más preocupados del momento en que se va a acabar, que del momento en el que lo vivimos. Nos curamos en salud constantemente. No queremos vivir situaciones plenas porque tememos al después, cuando se convierten en simplemente planas, insípidas, habituales, neutras o muertas.
Le tenemos un pavor total a la muerte, y es absurdo. ¿Cuantas veces hemos estando revolcándonos en un escenario donde nada es vida? ¿Mil veces? ¿Mil veces mil veces? Estamos tan preocupados de vivir, que nos dejamos morir paulatinamente renunciando a cualquier consuelo. La vida tiene eso, un montón de pequeños consuelos que son como los días en los que no hace ni frío ni calor, y pasan sin incordiar.
Yo soy un superviviente o quizás sea un sobreviviente. No llego a captar la diferencia aunque sé que la hay, y no me gusta quitar a una palabra ni siquiera su hache, si la tuviera, por muy muda e inútil que pudiera parecer, porque se que le da presencia, la hace real, la convierte en lo que es, no en lo que deja de ser cuando los ignorantes, a los que parece nos está permitido cualquier cosa al grito de mi cuerpo es mío, hacemos con los demás lo que nos da la gana.
¡Que va!, por Dios. Mi cuerpo no es mío. Si mi cuerpo fuera mío sería otro cuerpo, seguro; un cuerpazo, en una palabra. ¿Para que ser pobres incluso cuando soñamos?
Lo mío de hoy no debe ser un sueño, debe ser una alucinación. ¿Será el trauma postvacacional antes de las vacaciones? No lo sé, y esto nunca ha sido nuevo en mí. El no saber es consustancial a mi mismo. Estoy tan rodeado de seres que saben en todo momento lo que es y lo que debe ser, que yo me revelo, chirrío y digo lo que digo para disimular y darme un respiro. Pero que nadie se espante, y menos aún que nadie me envidie. No soy digno de envidia, que va. El primero que cumple soy yo. Nunca he sabido lo que “es”, que eso si nos deja un margen estrecho pero margen a fin de cuenta para la imaginación. Pero a pesar de todo, siempre he cumplido como el primero en lo que “debe ser,” que eso es otra cosa. Eso si que es lo escolástico, lo articulado, lo políticamente correcto, lo socialmente aceptado, lo humanamente menos reprobado, el no va más del no va más cuando el ser humano se articula bien engrasado en la maquina de hacer churros, o buñuelos o vaya usted a saber; seres humanos amorfos todos de la seria beta, que es una serie neutra.
Me voy de vacaciones y sigo triste. Esto no parece tener remedio. ¿Pero por qué? Mi amiga la mujer invisible me ha descubierto que no soy exactamente el hombre elástico que me hubiera gustado serlo, se lo digo en serio: yo ¿elástico? Hubiera sido fantástico. Es como descubrir una nuevas esperanza en medio de tanta desesperanza, pero ha sido flor de invernadero, me temo. La he ofendido sin saber por qué y, lo que es peor, siendo conciente de que no lo hacia, que ponía en evidencia mi propia pequeñez . Mi falta de elasticidad me deja aquí, donde estoy, en la encrucijada del camino, con el rostro triste por el disgusto causado, dispuesto a coger un bus cualquiera, y mirando a ninguna parte.
¡Mañana será otro día!