Hoy me siento triste, muy triste, o quizás no sea eso, y sea descorazonado, angustiado, ridículo y ajeno. Tal vez tampoco sea nada de eso, y sólo me sienta inútil, absurdo, innecesario, inconcreto.
Me he levantado como todas las mañanas, entre etéreo y pesado; era yo una vez más a punto de estrenar un nuevo año, y quise encontrar en lo mas profundo de mi diccionario culto, que en ocasiones, las menos, se ubica en lo profundo de mi esencia de hombre, un conjunto de adjetivos entrañables, calidos, envolventes. Quería ser amable conmigo mismo, primero, para no ser demasiado hipócrita, y después con los demás. Quería despedirme del año, y – perdonarme - se que es una mera expresión, porque el año que se despide no tiene la culpa de que yo sea yo y nada más; el año que se me va, que se nos va, me ha soportado, no se si os ha soportado, posiblemente perplejo de haberse tropezado con un tipo como yo, pero ni siquiera ha rechistado, me ha dejado ser sin influir en mi para nada y yo he estado desgarrándolo de principio a fin como es mi obligación. Por lo tanto, yo pretendía despedirle amablemente y él pretendería perderme de vista angustiosamente, seguro.
Una vez más me diluyo en lo abstracto como siempre y esta vez no puedo hacerlo porque no me sobra el tiempo si quiero despedir a mi año como se merece. Por tanto vuelvo al principio. Rebobino.
Me levanté siendo yo, que no siempre lo soy, y sin pretenderlo, entre las mil noticias inútiles de casi siempre que como casi siempre dejaba pasar, me tropecé con la de la muerte de Sadam Husein ahorcado en la madrugada de hoy, y tras leerla, sin poderlo remediar, se me han caído todos los palos del sombrajo dejándome inerte a la intemperie con lo que está cayendo. Me he sentido paralizado, aterrado, perdido, indefenso. Me he sentido, o quizás ni si quiera he podido sentirme, si los sentimientos son humanos; me he imaginado deshumanizado, animal vengativo, inhumano.
He tratado de razonar conmigo mismo, pero ha sido inútil. No encuentro razón alguna para consolarme como ser humano. Por supuesto que soy conciente de la propia levedad de mi ser, de mi inutilidad, de que soy simple anécdota, pero yo creo en mi, y creía que mi levedad, mi inconsistencia, mi propia anécdota unida a tu levedad, a tu inconsistencia, a tu anécdota, y a la levedad, inconsistencia y anécdota de aquél y de aquél otro y del de más allá; eso sería suficiente; eso sería de verdad; eso sería la vida en su concepto más vulgar y corriente, y sería un digno final para el año que termina y un digno principio para el año que debe empezar, ¡ pobrecillo!,¡ lo que le espera!
Estoy aterrado como ser humano. Como ser humano he sido capaz mientras dormía placidamente, sin titubeos de ninguna clase, de quitar la vida a otro ser humano; por supuesto que un asesino confeso, por supuesto; pero un asesino confeso es además, mal que nos pese, otro ser humano igual que tú y que yo; y para colmo, además, seguro que debo sentirme contento.
¡Yo me bajo en la próxima! Por favor, que alguien apriete el botón de la parada próxima, que yo me bajo. ¡Necesito respirar!
Me he levantado como todas las mañanas, entre etéreo y pesado; era yo una vez más a punto de estrenar un nuevo año, y quise encontrar en lo mas profundo de mi diccionario culto, que en ocasiones, las menos, se ubica en lo profundo de mi esencia de hombre, un conjunto de adjetivos entrañables, calidos, envolventes. Quería ser amable conmigo mismo, primero, para no ser demasiado hipócrita, y después con los demás. Quería despedirme del año, y – perdonarme - se que es una mera expresión, porque el año que se despide no tiene la culpa de que yo sea yo y nada más; el año que se me va, que se nos va, me ha soportado, no se si os ha soportado, posiblemente perplejo de haberse tropezado con un tipo como yo, pero ni siquiera ha rechistado, me ha dejado ser sin influir en mi para nada y yo he estado desgarrándolo de principio a fin como es mi obligación. Por lo tanto, yo pretendía despedirle amablemente y él pretendería perderme de vista angustiosamente, seguro.
Una vez más me diluyo en lo abstracto como siempre y esta vez no puedo hacerlo porque no me sobra el tiempo si quiero despedir a mi año como se merece. Por tanto vuelvo al principio. Rebobino.
Me levanté siendo yo, que no siempre lo soy, y sin pretenderlo, entre las mil noticias inútiles de casi siempre que como casi siempre dejaba pasar, me tropecé con la de la muerte de Sadam Husein ahorcado en la madrugada de hoy, y tras leerla, sin poderlo remediar, se me han caído todos los palos del sombrajo dejándome inerte a la intemperie con lo que está cayendo. Me he sentido paralizado, aterrado, perdido, indefenso. Me he sentido, o quizás ni si quiera he podido sentirme, si los sentimientos son humanos; me he imaginado deshumanizado, animal vengativo, inhumano.
He tratado de razonar conmigo mismo, pero ha sido inútil. No encuentro razón alguna para consolarme como ser humano. Por supuesto que soy conciente de la propia levedad de mi ser, de mi inutilidad, de que soy simple anécdota, pero yo creo en mi, y creía que mi levedad, mi inconsistencia, mi propia anécdota unida a tu levedad, a tu inconsistencia, a tu anécdota, y a la levedad, inconsistencia y anécdota de aquél y de aquél otro y del de más allá; eso sería suficiente; eso sería de verdad; eso sería la vida en su concepto más vulgar y corriente, y sería un digno final para el año que termina y un digno principio para el año que debe empezar, ¡ pobrecillo!,¡ lo que le espera!
Estoy aterrado como ser humano. Como ser humano he sido capaz mientras dormía placidamente, sin titubeos de ninguna clase, de quitar la vida a otro ser humano; por supuesto que un asesino confeso, por supuesto; pero un asesino confeso es además, mal que nos pese, otro ser humano igual que tú y que yo; y para colmo, además, seguro que debo sentirme contento.
¡Yo me bajo en la próxima! Por favor, que alguien apriete el botón de la parada próxima, que yo me bajo. ¡Necesito respirar!