sábado, diciembre 30, 2006

Hoy me siento triste, muy triste, o quizás no sea eso, y sea descorazonado, angustiado, ridículo y ajeno. Tal vez tampoco sea nada de eso, y sólo me sienta inútil, absurdo, innecesario, inconcreto.
Me he levantado como todas las mañanas, entre etéreo y pesado; era yo una vez más a punto de estrenar un nuevo año, y quise encontrar en lo mas profundo de mi diccionario culto, que en ocasiones, las menos, se ubica en lo profundo de mi esencia de hombre, un conjunto de adjetivos entrañables, calidos, envolventes. Quería ser amable conmigo mismo, primero, para no ser demasiado hipócrita, y después con los demás. Quería despedirme del año, y – perdonarme - se que es una mera expresión, porque el año que se despide no tiene la culpa de que yo sea yo y nada más; el año que se me va, que se nos va, me ha soportado, no se si os ha soportado, posiblemente perplejo de haberse tropezado con un tipo como yo, pero ni siquiera ha rechistado, me ha dejado ser sin influir en mi para nada y yo he estado desgarrándolo de principio a fin como es mi obligación. Por lo tanto, yo pretendía despedirle amablemente y él pretendería perderme de vista angustiosamente, seguro.
Una vez más me diluyo en lo abstracto como siempre y esta vez no puedo hacerlo porque no me sobra el tiempo si quiero despedir a mi año como se merece. Por tanto vuelvo al principio. Rebobino.
Me levanté siendo yo, que no siempre lo soy, y sin pretenderlo, entre las mil noticias inútiles de casi siempre que como casi siempre dejaba pasar, me tropecé con la de la muerte de Sadam Husein ahorcado en la madrugada de hoy, y tras leerla, sin poderlo remediar, se me han caído todos los palos del sombrajo dejándome inerte a la intemperie con lo que está cayendo. Me he sentido paralizado, aterrado, perdido, indefenso. Me he sentido, o quizás ni si quiera he podido sentirme, si los sentimientos son humanos; me he imaginado deshumanizado, animal vengativo, inhumano.
He tratado de razonar conmigo mismo, pero ha sido inútil. No encuentro razón alguna para consolarme como ser humano. Por supuesto que soy conciente de la propia levedad de mi ser, de mi inutilidad, de que soy simple anécdota, pero yo creo en mi, y creía que mi levedad, mi inconsistencia, mi propia anécdota unida a tu levedad, a tu inconsistencia, a tu anécdota, y a la levedad, inconsistencia y anécdota de aquél y de aquél otro y del de más allá; eso sería suficiente; eso sería de verdad; eso sería la vida en su concepto más vulgar y corriente, y sería un digno final para el año que termina y un digno principio para el año que debe empezar, ¡ pobrecillo!,¡ lo que le espera!
Estoy aterrado como ser humano. Como ser humano he sido capaz mientras dormía placidamente, sin titubeos de ninguna clase, de quitar la vida a otro ser humano; por supuesto que un asesino confeso, por supuesto; pero un asesino confeso es además, mal que nos pese, otro ser humano igual que tú y que yo; y para colmo, además, seguro que debo sentirme contento.
¡Yo me bajo en la próxima! Por favor, que alguien apriete el botón de la parada próxima, que yo me bajo. ¡Necesito respirar!

sábado, diciembre 16, 2006

Siempre me ha costado recordar la palabreja de marras. Bueno, no. La verdad es que nunca había hecho el menos esfuerzo para recordarla. Seguramente debía formar parte de mi acerbo cultural - ¡imagino!- , del contenido de mi baúl de los recuerdos, de mi ser cartón-piedra en el que seguro que estuve sin ser ni siquiera accidentalmente; pero hoy, de repente y sin previo aviso, mientras caminaba en dirección al mercado central con pretensión de comprar algún queso de cabra y algo más que convirtieran este día anodino en especial, me vino a la mente el recuerdo del artilugio en cuestión. ¿Cómo se llamaba?
¿Se llamaba o se sigue llamando? Es curioso como utilizamos el lenguaje a nuestro capricho. Es curioso como jugamos a ser dios. Si fuera serio, que seguramente ni lo soy, la pregunta sería: ¿Dios, si existiera o existiese, o sin tan sólo existe, jugaría a ser como nosotros? ¿Sería tan inconsecuente, arbitrario y absoluto? ¿Sería simplemente tan caprichoso?
No lo se. No soy dios, y tampoco lo pretendo porque me asustaría aún más de lo que habitualmente lo estoy; sólo pretendo desempolvar y liberar de esa fina capa del olvido que lo envuelve casi todo cuando no se usa el nombre de un recuerdo de mi infancia.
¡Calidoscopio!… ¡Como para recordarlo, caray! En realidad es simplemente aquel tubo cilíndrico de cartón que me regalaron una vez que estuve enfermo y descubrí, sin revelarlo nunca a nadie, que en realidad era mágico: que era el orden incuestionable; la formación militar perfecta; el no va más de lo organizado, estructurado y encajado. Allí estaba todo en perfecta formación y en el espacio adecuado. No cabía más.
Caminando como camino en dirección al mercado con pretensión de comprar simplemente un queso de cabra, me percato que mi vida es, y lo que parece aún peor, siempre ha sido, sin pretenderlo, un calidoscopio perfectamente ensamblado, geométricamente exacto, y que cuando algo ha cambiado por accidente se ha adaptado sin dificultad aparente al nuevo organigrama de figuras simétricas. Sus colores siguen siendo, como siempre han sido, rutilantes; sus dibujos sistemáticos y armónicos, te enganchan con sus cantos de sirenas que se adivinan sin escucharse, te dejan ensimismado, te hacen envidiar. ….
Realmente necesitaría más espacio en blanco para poder seguir, no simplemente unos puntos suspensivos. ¿De verdad que estoy hablando de mí?
Yo, en realidad, no se cómo vivo, ni se si como vivo es como debiera vivirse, pero mi vida encaja, no chirría, se estructura perfectamente como en ese tubo de cartón lleno de espejos en ángulo donde se reflejan los trozos, apenas retazos de instantes, de historias, de sentimientos, de momentos vividos disfrazados; los trozos, - decía -, de vidrio de color colocados en un extremo.
Mi vida es perfecta, cambiante, llena de aristas que encajan, llena de color, llena de ritmo, llena de magia, de fantasía, de apariencia, de reflejos rutilantes; mi vida está llena de notas armoniosas, de risas, de imágenes, de orden controlado, de …. ¿qué se yo?
Todo es perfecto como en ese cilindro de cartón mágico que ni siquiera es físicamente falso. ¿Mi vida es ...?: ¡La vida! … Pero, ya en serio, aún me queda el humor de preguntarme: ¿en qué rincón del camino se me quedó enganchada la vida…?

sábado, diciembre 09, 2006

Hoy por fin, casi todo siempre llega, he sentido sobre mi cabeza la terrible losa de la incomunicación, del silencio, de la distancia, de la incomprensión. Hoy mis argumentos ya no sirven ni siquiera para osar expresarlos, y debo darme cuenta de ello. Mis argumentos son demasiado viejos, demasiado contrastados; la experiencia, que es tan sólo un accidente por culpa del tiempo, me hace inútil, aunque sea experiencia ajena asumida por racionalidad.
Me falta lozanía. Me falta capacidad de riesgo, la valentía de realizar la triple pirueta con salto mortal y pretender, sin dudas de ninguna clase, seguir vivo, que seria mi obligación si creyera en mi mismo.
Hoy mis pulsaciones son las mismas que hace mil años, pero son inútiles; estorbo necesario pero prescindible porque respiro contaminando un mundo por estrenar donde las palabras es un juego para percatarse de que estamos despiertos, pero nada más; nos interesan las imágenes, las emociones enlatadas, el mirar por el agujero de la vida de los demás para poder percatarnos qué es la vida y hasta cómo vivirla.
Hoy no me siento más arrinconado que nunca, porque casi siempre me he sentido así con mi propia aquiescencia, pero hoy lo he sentido por imposición ajena, y para colmo no me ha molestado demasiado. Me falta años, pero ya parece que los pocos que pueda tener me sobran. Me falta experiencia, pero por lo que se ve he vivido cada situación que se me ha presentado con rigor suficiente y con espíritu analítico, y ello me ha oxidado necesariamente. Me falta inconsciencia, porque siempre me dio y aún me da miedo vivir de prestadillo, supeditado a mi entorno, y a las modas que lejos de nacer de la naturalidad surgen siempre predeterminadas y bien definidas por muy descuidadas que parezcan. Por lo que se ve me falta curiosidad, impertinencia, agresividad para defender incluso la paz y la concordia a cualquier precio, y un desprecio olímpico a lo que no sea yo, cuando siempre me creí parte de un todo.
Hoy, lo noto, me falta aire para respirar, y es sólo un segundo. Mañana seguro seguiré sobreviviendo en cuanto alcance mi propia burbuja, mi metro cuadrado, mi tiempo y mi espacio, sólo eso. ¿Qué puede importar lo demás?

viernes, diciembre 01, 2006

Me siento frente a la pantalla en blanco. El silencio es absoluto. Sólo a lo lejos, y siempre demasiado lejos, se aprecia un rumor de algo vivo a lo que debo ser indiferente porque forma parte de una realidad que no es la mía y que más allá de esta referencia impersonal y limitada en el tiempo no me dice nada. La vida tiene esto, que sólo somos nosotros y nuestro entorno perfectamente definido y aceptado. Que lo demás y los demás son sólo paisaje urbano, pura naturaleza ineducada o salvaje, algo que pudiera por pura debilidad afectarnos, que pudiera conmocionarnos alguna vez, y alguna vez, ¿por qué no?, hasta emocionarnos, pero siempre lo justo y durante el tiempo preciso para impedirle taladrar nuestra epidermis que es esa coraza por la que resbala, impermeable, todo lo ajeno, cualquier sentimiento que pudiera afectar nuestro envidiable equilibrio.
¡Equilibrio! Qué hermosa expresión. Pero, ¿a qué precio conseguimos ese equilibrio del que presumimos…, tan inestable?
La pantalla en blanco. Mi mente en blanco. El tiempo discurre a velocidades de vértigo y como quien no quiere la cosa deja entre la retina y el lóbulo cerebral donde se recrean las emociones y los recuerdos mil imágenes borrosas, repetidas hasta la saciedad, asumidas por habituales, y digeridas sin rechistar. Mil imágenes con nombres y apellidos propios: ¡Hambre! ¡Muerte!¡Injusticia! ¡Desamor! ¡Olvido! ¡Frustración! ¡Y muchas, muchas más!… Si, si, -de acuerdo- pero ¡yo paso!
¿Seguro? ¿Yo puedo pasar, seguro? ¿Basta con cerrar los ojos, con pensar en mañana? ¿Cómo, de verdad, paso yo y poder seguir siendo lo que presumo que soy?
Hubiera querido escribir algo serio lleno de adjetivos con ritmo y su poquito de música y me ha salido esto que chirría por todas partes y además no deja de ser más que obvio. Pero, ¿ debemos siempre obviarlo lo obvio ?
Lo siento, hay veces que incluso el personaje se rebela contra su autor. Lo dicho, ¡lo siento!