Reivindico mi derecho al silencio para intentar al menos expresarme de alguna forma. Al silencio mío nada inexpresivo que se me acompasa al ritmo de los acontecimientos; que lo siento vivo y nada ausente; cómplice a veces, calido en muchos momentos, angustioso en ocasiones, y siempre con esa pátina mate de toda sensación de impotencia y aceptación a regañadientes como mal menor.
Revindico mi derecho a no decir nada a pesar de que todo mi ser esté a rebosar de palabras; racimos de reflexiones enlazadas nacidas de mil sensaciones distintas y pujando por salir al exterior por todos los poros de mi piel.
Si, lo sé. Si no sé decir, al menos callo.
Y por ello, también revindico mi silencio para no llorar desconsolado y mostrar mi alma vieja de niño desvalido, necesitado de la mano calida de quien atiende.
Reivindico callarme ya y para siempre, en la esperanza de que sepas alguna vez escuchar mi voz en mi silencio.
Revindico mi derecho a no decir nada a pesar de que todo mi ser esté a rebosar de palabras; racimos de reflexiones enlazadas nacidas de mil sensaciones distintas y pujando por salir al exterior por todos los poros de mi piel.
Si, lo sé. Si no sé decir, al menos callo.
Y por ello, también revindico mi silencio para no llorar desconsolado y mostrar mi alma vieja de niño desvalido, necesitado de la mano calida de quien atiende.
Reivindico callarme ya y para siempre, en la esperanza de que sepas alguna vez escuchar mi voz en mi silencio.